sábado, 30 de noviembre de 2013

Ruralismo Vacacional Incontralado: la amenaza sistémica del Síndrome Labordeta.


Un nuevo y pernicioso fenómeno estival se extiende amenazador por tierras castellanas, dehesas extremeñas, el Páramo leones o el Maestrazgo turolense; surca caminos rurales, antiguas cañadas reales, vaguadas y regatos. Hasta Sanabria, la Alcarria, las Bárdenas o el Alto Campoo llega su estela. Ni las apartadas Sierras de la Cabrera o los Ancares, la Urdes, la Sierra de Segura  o las hoces del Duratón se libran de su influjo. Se llenan pueblos y aldeas del interior y se vacían las hasta ayer congestionadas playas de la costa. Es lo que los gurús en tendencias llaman con cierta sofisticación "neorruralismo estival incontrolado". En cristiano: "que en agosto nos vamos pal pueblo y a la playita que le den.." ¿ Es esta atrabiliaria moda una versión remozada del castizo "Menosprecio de corte y alabanza de aldea", que ya hacía furor en nuestro siglo de oro? Me barrunto que es algo más serio y que empieza a cobrar tintes de auténtica epidemia. Y lo peor es que amenaza con poner la puntilla a nuestro lucrativo modelo vacacional basado en lujosos beach resorts, campos de golf, puertos deportivos, gasto y consumo a gran escala, reestructuración, que no destrucción, de la costa y pingües beneficios, ...para algunos.
Tras los daños ocasionados por los devaneos senderistas y garbeístas al modelo de negocio turístico social y económicamente establecido, nos llega este éxodo masivo de veraneantes al pueblo que, de no tomar medidas contundentes, acabará por destruir , no ya el propio sector, sino nuestro mismo sistema de valores basado en el consumo y la economía de mercado. Es lo que yo llamaría síndrome Labordeta: el infortunado cruce de cepas víricas caminantes, ADN aldeano, botijo, cecina de León  y una jotica de Huesca.  Ruina, caos y abajo el chiringuito.  Ce n'est pas une revolte, Sire. C'est une revolution !
Y es que fue en parte instigado por estos caminantes de medio pelo, portadores de trasnochadas inflitraciones antiglobalización, y en parte azuzado por la pertinaz crisis que las mismas ínfulas caminantes de la internacional senderista provocaron. ¿Y qué podemos hacer además de observar atónonitos la expansión de esta destructiva pandemia?
En un principio trató de encauzarse el asunto, con lo que vino a llamarse turismo rural. Fomentados por comunidades autónomas, fondos europeos y ayuntamientos, establecimientos monísimos, llenos de impostado tipispo y estratégicamente situados, brotaron como setas por toda la geografía española. Raramente llegaron a mantener índices de ocupación aceptables, salvo algún que otro pico estacional motivado por un coyuntural puente festivo. A la postre contribuyeron sin pretenderlo, a la crítica situación en que nos hallamos. Urbanitas ya contaminados por el virus garbeísta, llegaron, vieron, caminaron, pagaron y tomaron nota de otras posibilidades. La crisis, el desempleo, los altos precios en algunos casos, hicieron el resto. El resultado es que en plena calima de agosto, numerosos pueblos en Castilla, Aragón, Navarra o la misma Coponia murciana se hallan atestados de furibundos ruralistas vacacionales que hacen oídos sordos a los cantos de sirena del consumismo estival,  al tiempo que modernos complejos hoteleros en la costa, ven seriamente mermados sus ingresos. Ciertamente, el apreciable aumento de turistas foráneos no parece compensar la sustancial merma de veraneantes patrios. Pero qué tienen los pueblos del interior para haber provocado tamaño vuelco en las preferencias vacacionales del aborigen hispano.
Resultan enormemente inquietantes los informes que diversos agentes, enviados por la Administración y la patronal del sector, nos envían desde distintos puntos del interior peninsular.
En primer lugar,  aducen estos sujetos, uno no se gasta un duro. Los hay que con la excusa de visitar a los abuelos que quedaron en la Carballeda o las Merindades, se plantan allí todo el mes y no pagan ni el vino. Los solícitos abuelos les abren gustosos las puertas de su antiguo caserón rural, ahora equipado con wi-fi y piscina, les ceden sus mejores alcobas y los agasajan con sabrosos tomates o calabacines de sus huertas;  y hasta les compran el orujo, el queso o el chorizo que amorosamente fabrica un simpático lugareño. Si hasta guardan las antiguas bicicletas y juguetes que ahoran disfrutan los nietos.
El climax, aducen los secuaces del rurarismo estival, viene con las fiestas patronales. Curas y alcaldes rurales se confabulan para ofrecer lo mejor a los fanatizados visitantes, algunos añadirían descarados. Verbenas y festejos gratuitos hacen las delicias de estos caraduras, por no nombrar las simpáticas actividades para los niños, con monitores a cargo del erario municipal. Los obispados implicados ya han sido advertidos a fin de que moderen tanta actividad festivo patronal, tanta romería y tanto juego floral, pero ven imposible refrenar el ímpetu pastoral de sus parrocos, que rebrota ante la inusitada afluencia de nuevos feligreses. Para colmo, muchos pueblos usaron las perricas del tan denostado plan Ê, para construir bonitas piscinas fluviales junto a sus regatos, lagunas o en las múltiples colas de los antiguos pantanos. Si hasta en esto la culpa va a ser de Zapatero y la herencia recibida. No pasen por alto el apellido del expresidente de más que dudoso origen converso. Los gentilicios y apellidos que hacen referencia al oficio familiar nunca fueron de cristianos viejos, y en este caso, los zapatos tienen además sospechosas connotaciones caminantes.  Afirman algunos de los más fanatizados prosélitos neorruralistas que el ambiente de esas playitas fluviales y lacustres les recuerda el de su infancia. Si hasta traen camiones de fina arena para que los niños hagan castillos y los adultos claven su ridícula sombrillita años 60. No están saturadas, aduce un informador infiltrado en Villardeciervos, porque a pesar de la masiva afluencia de urbanitas, se encuentra una cada pocos kilómetros. No hay que pagar tumbonas y el alquiler de un patín o piragua cuesta lo que en Torrevieja  un botellín de agua. Una vez en el pueblo, caída la tarde, el espectáculo es bien preocupante. Tomamos como referencia San Pedro de Ceque, pequeño pueblo por los zamoranos valles de Benavente, entre el valle del Tera y el de Vidriales. Terracitas llenas de gente, pero sin agobios, cortos de cerveza a 70 céntimos que incluyen sabrosas tapas de gastronomía rural: crestas de gallo, morro; cubatas a 2€ que se degustan bajo un hermoso Castaño de Indias o un frondoso olmo. Los niños campan a sus anchas por la plaza sin tráfico hasta altas horas de la noche, o juegan en las antiguas eras de cereal, ahora convertidas en cuidados parques infantiles con todo tipo de balancines, donde no falta el "yayogym" para que los abuelos les echen un vistazo al tiempo que cuidan su colesterol. Es raro el día que no hay una paella, parrillada o caldereta por el morrete  en alguno de los pueblos de la zona. Los financian  asociaciones de cazadores u otros beneficiados por el aprovechamiento de montes, bienes comunes u otros resabios de comunalismo medieval. El gobierno ha tratado, hasta ahora en vano, de privar a los pueblos de esos tradicionales derechos de los bienes comunales: madera, setas, caza, pesca, que acaban revirtiendo en las arcas municipales y contribuyendo a fastos que fomentan tan nefasta tendencia vacacional.
Y no queda ahí la cosa. Estos ociosos sujetos de las más dispares calañas comparten ideas y experiencias, y combinan múltiples posibilidades de esparcimiento conjunto. Los hay de Asturias, de Madrid, de las Vascongadas, hasta vienen de Francia, Suiza y Argentina. Son los retoños de aquellos emigrantes de antaño que regresan al terruño de sus abuelos. Partidas al tute, salidas al monte a por setas, a pescar al Tera, o en bicicleta hacia Uña de Quintana, Junquera de Tera o Ayoó de Vidriales (el sabor a rancio abolengo de castellanos viejos que evocan estos nombres, no ha de ser óbice para el juicio que nos merecen las dañinas prácticas vacacionales que abrigan).  Las fechorías ruralistas se prodigan por caminos de tierra que atraviesan choperas, fresnedas o bosques de robles y encinas milenarias. Acompañan el cadencioso pedaleo, cernícalos, abubillas, halcones, aguiluchos y cigüeñas. Los hay que prefieren garbeos a pie, hacia Brime de Sog, Molezuelas de la Carballeda o Camarzana de Tera (¡ hay que joderse con los nombrecicos ! ). No es raro cruzarse con corzos o venados si se garbea en silencio. Ahora hasta resulta que  merodea un oso por la Carballeda. El plantígrado golosón fue sorprendido con las zarpas en la miel de unas colmenas en Muelas de los Caballeros.
Por la noche refresca, y alegan estos contumaces prosélitos del neorruralismo vacacional, que no hay mayor lujo que echarse una manta para dormir en agosto. Échense a temblar los 5 estrellas de Estepona o Benidorm con sus climatizaciones y aires acondicionados. Y para estrellas, las que se ven en una noche de luna nueva desde el exterior de las tradicionales bodegas de barro del pueblo. Sin contaminación lumínica en leguas a la redonda, el cielo regala perseidas, lágrimas de San Lorenzo, osas mayores y menores, una vía láctea sin desnatar. Todo tipo de astros se muestran impúdicos al atónito observador. Un espectáculo ciertamente obsceno,  especialmente cuando uno se halla reunido en una bodega, disfrutando de la amistad al tiempo que prepara pantagruélicas parrilladas de carne, chorizo y panceta; tintos de Toro y queimadas de orujo casero, mucho orujo.
Causa rubor el mero hecho de mencionar estas prácticas vacacionales que cuestan dos perronas, no generan plusvalías y atentan contra un modelo turístico hecho de Qs de calidad y banderas azules.
   Fue precisamente tras una de estas infaustas veladas en una bodega tradicional, que dejamos de recibir información de nuestro agente infiltrado. Cuentan los lugareños que bebió del filtro de amor que le ofreció una lozana moza de tierras de Sayago, y que el hombre, tras pelar la pava bajo la noche estrellada,  quedo preso de su particular síndrome de Estocolmo, ha dejado el servicio, se ha convertido en adalid ruralista y ha decidido establecerse en la Carballeda. Poseído de la fe del converso vendió el apartamento en Mazarrón y compró casa y tierras en Rionegro del Puente. Y aún le sobró para hacerse con unas viñas abandonadas que injertó de Prieto Picudo.  Cría conejos y gallinas, planta garbanzos, ajos, tomates y repollos, y completa sus ingresos recogiendo setas, leña y dulces moras; también pesca barbos, carpas, truchas y cangrejos en el río Tera. 
Inquietante, ¿verdad?  Pues hagan oídos sordos a estos malintencionados rumores y sigan contratando sus vacaciones en La Manga o Santa Pola. Peleen por un minúsculo rinconcito bajo el sol donde apostar su toalla, consuman de la forma más insostenible que hallen, hablen poco con los vecinos, lean menos y vean más la tele. Es la forma más eficaz de prevenir el contagio ruralista y la sintomatología propia de síndrome Labordeta.

viernes, 29 de noviembre de 2013

GUÍAS DE TURISMO, otro oficio de la cultura en peligro.


Son muchos y variados los afectados, resultados nefandos y daños colaterales que va dejando esta pertinaz crisis. Aquí penan desde compañías de teatro a sexadores de pollos o picardías de Abarán, por no hablar del anquilosamiento formal del cante por alegrías o de la constatable merma de calidad del semen patrio. Aunque haya de ponerme a la variopinta cola de plañideros, yo voy a hablar, como diría Umbral, de mi libro, en este caso mi trabajo : las visitas guiadas. En especial, de la degradación, propiciada en parte por la Administración,  de una profesión, la de Guía de Turismo, acerca de la que no hace tanto se deshacían en halagos respecto a su importancia. De una parte, se desregula su ejercicio, y de otra se consiente el intrusismo, cuando no se favorece activamente por parte de ayuntamientos y otras entidades públicas. Se acaba trasladando al público la idea de que cualquiera con algo de labia y amplia sonrisa puede servir para estas simpáticas labores relacionadas con el ocio, el tiempo libre y eso tan vaporoso que es el entretenimiento turístico. Al final acaba valiéndonos el apuesto sobrino del concejal del pueblo, un avispado taxista, un estudiante Erasmus de paso por la ciudad, o el del carrito de los helados. Es por ello, que estimo necesario informar a turistas, garbeístas y viandantes varios, que visitan nuestras ciudades y desean conocer y entender el lugar en que se hallan, sobre lo que puede aportar un guía profesional habilitado para tales menesteres.  Para empezar, sepan ustedes que un guía de turismo habilitado no es un historiador, ni geógrafo, ni experto en arte, ni geólogo, biólogo, profesor o periodista, ni siquiera graduado en empresas y actividades turísticas, si bien es probable que tenga alguna de estas titulaciones. De hecho, su acreditación parte de un grado o licenciatura universitaria, a la que suma una amplia cultura general y conocimientos particulares sobre su Región, de los que tiene que dar cuenta en exigentes exámenes de contenidos varios a fin de obtener una habilitación oficial. En los tiempos que corren, de devaluación del conocimiento, menosprecio de la cultura, de desregulación, intrusismo interesado y ninguneo por parte de la Administración, cuando no simple desconocimiento por parte de los gestores públicos de la  normativa, que ellos mismos crearon, se hace necesario reivindicar ante la sociedad la figura del guía oficial de turismo. Hoy se difunde interesadamente la idea de que cualquiera puede realizar esa tarea. Todos, desde agencias a oficinas de turismo eligen ahorrar en este capítulo, de forma y manera que los propios ayuntamientos y entidades públicas que se llenan la boca con sus Q de calidad y demás parafernalia, obvian lo más evidente al descuidar la importancia de estos profesionales y dejar sus visitas guiadas en manos de aficionados más o menos voluntariosos.
Lo que nos diferencia de un arqueólogo, licenciado en Arte o historiador,  titulaciones que, insisto,  la mayoría tenemos, no es la calidad o cantidad de nuestros conocimientos, sino la capacidad de integrarlos en un relato claro, comprensivo y adaptado a las necesidades e intereses de los grupos más variados.
Un guía profesional ha de ser capaz de sacar partido a lugares y paisajes: a ese museo que a ojos legos parecería más un almacén de cachivaches hidráulicos; o convertir un montón de sillares de arenisca en un yacimiento único; un aparente secarral  en la expresión de un rico ecosistema plagado de endemismos de enorme valor medioambiental. Eso, señores,  no sabe hacerlo un lorito voluntarioso, quien se limitará a recitar un guión previamente memorizado, cuyo contenido dudo que entienda en toda su complejidad, y que en el mejor de los casos no sabrá dónde situar  matices y acentos, ni qué información ponderar. Son mensajes que no calan en el visitante porque asemejan los de autómatas parlantes.
Es la selección de la información, más que el detalle, la integración de lo singular en el marco de conocimiento general del visitante lo que constituye la esencia de lo que ofrecemos. Una pincelada sobre procesos osmóticos en el interior de la célula, favorecidos por la alta salinidad de nuestro Mar Menor, despierta el interés del visitante en los valores terapéuticos de la laguna; el relato de una colisión de placas geológicas sirve para explicar en unos segundos la riqueza mineral de la costa cartagenera y la  fertilidad agrícola de la llanura, antaño sumergida. La profesionalidad la hace el conocimiento y la reflexión sobre la práctica. Es la selección, el orden de la explicación, la preparación de la ruta y el sentido de oportunidad de esta o aquella información, el quid de nuestro trabajo. Y esto no se improvisa, se adquiere con años de trabajo, de estudio, y con una curiosidad insaciable hacia los múltiples aspectos que conforman nuestro espacio, amen de amor a la tierra y el placer de hacer partícipes a los demás de aquellos valores patrimoniales que desde niños hicimos nuestros. Es un trabajo en gran medida vocacional, al que la mayoría hemos llegado por caminos imprevistos. No es que quisiéramos ser guías y a partir de ahí empezáramos a adquirir los mil y un conocimientos que compartimos con los visitantes. Nos gustaba viajar, aprendimos idiomas y sentíamos una amplia curiosidad hacia tradiciones, historia, naturaleza, flamenco, gastronomía local, artesanía, rocas; además nos encantaba compartir esas inquietudes con los demás. Son conocimientos y habilidades que uno ha de tener antes de prepararse para el examen de acreditación. A partir de ahí, el entusiasmo, el trabajo y la práctica forman a un buen comunicador en cuyo discurso descansa buena parte de la imagen que el visitante tendrá de la ciudad o la Región.
Un arqueólogo tiene conocimientos profundos de su campo pero no tiene por qué saber comunicar y adaptarse a públicos tan variopintos. Y en cualquier caso no distinguirá nuestra uva monastrell de la garnacha, ni una taranta de una cartagenera,  ni distinguirá la tetraclinius articulata o sabrá de sistemas de regadío tradicional, a no ser, claro, que se haya preparado para ello.
En el ejercicio de este trabajo he tratado con los clientes más dispares que uno pueda imaginar. Clientes japoneses,  ajenos completamente al concepto cristiano de la Virgen y los santos mártires, que quedan fascinados ante la fachada de la catedral de Murcia.  Imaginen hacerles entender las lindezas del dogma de la Inmaculada Concepción o el complejo mundo de advocaciones e iconografía mariana. Les aseguro que unas nada improvisadas pinceladas no llevan a entender la complejidad del mundo católico, pero sirven para dar un sentido inmediato a la maravilla que contemplan sus embelesados ojos rasgados de shintoismo. Los irlandeses quieren saber qué hace su San Patricio en la fachada, y hay que saber resumir en un minuto la complejidad histórica de la Reconquista. Un periodista ruso queda fascinado por la intensidad emotiva de una minera, poblada de barrenos y melismas flamencos, cuando su singularidad es sencillamente explicada, hasta el punto de interesarse enormemente por lo que consideraba una mera manifestación folclórica hecha de olés y atrabiliarios giros de manos. Ante un grupo de ganaderos cordobeses habrá que centrarse en la historia del regadío en la huerta, problemas políticos en torno a trasvases y uso del agua. La importancia de los derechos de riego asociados a las parcelas;  acequias, tablachos, estíos bestias y relatos de dantescas inundaciones que arramblaban con puentes, cosechas y barracas, o la pervivencia del Tribunal de Hombres Buenos, quedan explicados frente a la maravilla renacentista de la Puerta de las Cadenas, donde a la sazón se reunía esta singular institución. Y les aseguro que muestran interés y preguntan hasta la extenuación a su guía, ese intérprete del patrimonio en toda su extensión, nada improvisado, que hace que sus tres o cuatro horas de paseo por la ciudad cobren una dimensión diferente, que oídos curiosos se abran a una nueva percepción del entorno. Y ello gracias a la oportuna inclusión de contenidos que, debidamente cocinados, permiten que turistas japoneses, periodistas rusos o ganaderos cordobeses los degusten e integren en su propio mundo de saberes y experiencias previas.  Ése es el valor del guía, hacer del paseo por nuestra región una experiencia de conocimiento grata y significativa, convertir esas horas en algo distinto y precioso, multiplicar con nuestra labor el valor de su tiempo y lo invertido en la visita. Se trata de facilitar, en suma, la contemplación  de lo que de otra forma pasaría desapercibido.
También nos hace daño cierta idea simplista e interesada del entretenimiento y la diversión ligada a una visita cultural. Los guías no somos bufones de feria, ni cuentachistes, ni estamos para provocar unas risas. Para eso existen otros profesionales. Somos otra cosa. Amen de gente amable y habituada a tratar con el público, que conoce la importancia de romper el hielo aquí o no desaprovechar la ocasión de una broma allá, somos conscientes de que lo nuestro no es divertir, es otro mester.  El concepto de entretenimiento, de pasar el rato, se halla tan devaluado que dudo que se pueda aplicar a lo nuestro. No estamos para matar el tiempo, en todo caso para llenarlo, avivarlo y hacerlo valioso, para sembrarlo de inquietud por las cosas, para enriquecer, con nuestro entusiasmo por el patrimonio, la visita de nuestros clientes, y para crearles la necesidad de saber más y volver a visitarnos, ya que siempre es mucho lo que quedó por descubrir.
Si tenemos esto en cuenta, nunca resulta excesivo la contratación de un guía. Apenas importa lo que una noche en un hotel y ofrece algo que perdurará en su recuerdo. Les animo pues a considerar estas razones cuando ponen su valioso tiempo de ocio en manos de aficionados que no garantizan ni de lejos la calidad de un profesional. Incluso la visita de su propia ciudad acompañados de un buen guía puede resultarles una experiencia inesperada y reveladora, como estoy cansado de comprobar. Responsables de empresas murcianas que acompañan al grupo foráneo para el que contrataron la visita, o profesores locales que coordinan proyectos europeos u otros intercambios, son ellos quienes a la postre mayor partido sacan a las visitas al descubrir aspectos desconocidos de la calles y plazas que recorren a diario. Consideren la posibilidad de contratar a un guía profesional cuando tienen invitados de fuera, o simplemente cuando un pequeño grupo de amigos decide pasar una jornada de domingo en ese hermoso pueblo que es Cehegín, o Mula, o Cartagena, o esa maravillosa y desconocida ciudad por muchos murcianos que es Lorca,  o qué decir de Caravaca o el Valle de Ricote. No sólo les merecerá la pena, sino que contribuirán a mantener la calidad y dignidad de uno de los oficios de la cultura, no el único, al que la tan manida crisis, unida a la desidia o ninguneo de parte de la Administración y otros actores del mercado turístico, amenazan con hacer desaparecer, o lo que a mi juicio es peor, degradar hasta el punto de resultar una labor irrelevante ejercida por aficionados.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Furibundas huestes senderistas vuelven a desafiar la historia y se internan desde Cieza hasta las puertas del Valle Morisco

Las furibundas huestes senderistas vuelven a desafiar historia,  decretos reales y hasta la forma de cazarse la boina.  En busca de absurdas identidades y yayofláuticas memorias históricas,  rememoran turbias caminatas de cuatro siglos atrás  Sí señores, estos incorregibles fanáticos del paso vuelven a hoyar las antiguas tierras moriscas de la Medina Siyyasa, Abarán y Blanca, y así  hasta el Azud de Ojós, a las puertas mismas del Valle de Ricote, donde hace ahora 400 años, en diciembre de 1613, se expulsó a los últimos moriscos de España. ¿Qué oscuros propósitos guían sus, sólo en apariencia, erráticos garbeos? No, no crean que esto es casual, ni que tienen la intención de conmemorar tan justa expulsión de falsos cristianos, gentes judaizantes, sarracenas y de mal vivir. Se rumorea que entre las filas senderistas hay gentes de oscuros y dudosos linajes, sangre impura de falsos conversos: los alcaraz, benarés, banegas, buendía, illán, gallego, maestre, herrero, y ¿cómo no?, el culpable de todo: ¡ zapatero! Estos sujetos, a lo que vienen es a desafiar el antiguo decreto de nuestro bien amado monarca. Quieren que vuelvan sus descendientes y revertir así las disposiciones regias.
Sepan ustedes que la expulsión de los moriscos de la Monarquía Hispánica fue ordenada por el rey Felipe III y fue llevada a cabo de forma escalonada entre 1609 y 1613. Los primeros moriscos expulsados fueron los del Reino de Valencia (el decreto se hizo público el 22 de septiembe de 1609), a los que siguieron los de Andalucía (10 de enero de 1610), Extremadura y las dos Castillas (10 de julio de 1610), en la Corona de Castilla, y los del Reino de Aragón y el Principado de Cataluña (29 de mayo de 1610), en la Corona de Aragón. Los últimos expulsados, y de allí viene tan arraigada tradición de ser los últimos en casi todo, fueron los del Reino de Murcia, primero los de origen granadino (8 de octubre de 1610), y más tarde los del valle de Ricote y el resto de moriscos antiguos (octubre de 1613). Tras la promulgación de los decretos de expulsión, se celebró el 25 de marzo de 1611 en Madrid una hermosa  procesión de acción de gracias "a la que asistió Su Majestad vestido de blanco, muy galán", según relató un cronista. En total fueron expulsadas unas 300.000 personas. Una hermosa gesta histórica de la que algunos, entre ellos los senderistas, pretenden ahora que nos avergoncemos. Y no debemos consentirlo, los motivos son de sobra conocidos y bien justos. Pues estas gentes robaban gallinas y pertrechos, y confundían a las buenos cristianos con sus falsas conversiones. Se dice que raptaban niños de pecho y los cocinaban en pelotas con fuertes especias para mofarse de las entrañables celebraciones navideñas de sus convecinos, viejos cristianos de sangre.
Murcia se convirtió en el último reducto de los moriscos que se resistieron a salir de la Península Ibérica. Concretamente los moriscos del Valle de Ricote, que habían convivido durante cientos de años con la población cristiana, se ocultaron en cuevas y porfiaron por quedarse en lo que, decían los muy ladinos, habían sido sus casas durante siglos. Finalmente marcharon. Y todo eso a pelo, sin AVE, ni Ryan Air, a patita, en burro y en hacinadas galeras desde Cartagena.
     Entre el 3 y el 13 de diciembre, las tropas cristianas detuvieron a los moriscos de Villanueva del Río Segura. Los días 17 y 18 llegaron a Cartagena los moriscos de Ricote para su expulsión a Mallorca, concretamente fueron doscientas mujeres casadas. El segundo grupo salió el 25 de enero de 1614 rumbo a Orán. En enero fueron unos 270 moriscos quienes marcharon a Génova, Liorna y Nápoles. Desde Abanilla y Fortuna salieron cerca de 1.700 moriscos, un millar de Pliego y de las pedanías murcianas de Javalí, La Ñora o La Raya. Quedaron prácticamente deshabitadas poblaciones como Ceutí, Campos del Rio, Lorquí y Las Torres de Cotillas. A todo ello hay que añadir que la Inquisición valientemente sentenció y ejemplarmente ejecutó entre 1557 y 1568 a 154 moriscos por practicar la religión islámica. Entre 1562 y 1585, 17 personas del Valle de Ricote, de las que 16 eran de Blanca (entre ellas los alcaldes Luis Ramí y Francisco Jufré) fueron felizmente ejecutados, siendo el resto justamente expoliado de tierras y propiedades, torturados y expulsados.

     Pero por desgracia, no todo marchó como había previsto nuestro sabio monarca de aquel tiempo. Arraigados a su tierra natal, muchos de los moriscos regresaron de incógnito, en lo que se nos antoja una precursora modalidad de malhadado protosenderimo, nocturno y alevoso; permaneciendo ocultos y  creando familias que durante siglos vivieron en el Valle de Ricote, Albudeite, Fortuna y Abanilla. Se rumorea que muchos vecinos, haciendo gala de una mal entendida caridad cristiana, les ayudaron a ocultarse y les proveyeron de pitanzas en las cuevas y recovecos del escondido valle. Jerónimo Medinilla, visitador de la Orden de Santiago, censó en 1634 ante su sorpresa una gran cantidad de moriscos que habían regresado o no habían sido expulsados y vivían en el Valle de Ricote de forma ilegal. Muchas de esas ramas familiares moriscas, bajo apellidos castellanos, han llegado hasta hoy y se dice que, como antaño, han encontrado amparo entre las gentes de la bota y el bastón. ¿Acaso no se han percatado de los cabellos crespos que se ocultan bajo las gorras, de esos rostros cetrinos y subidos de tono que abundan entre tan atrabiliaria mesnada? Y esos sospechosos apellidos que engrosan las huestes senderistas. Sin ir más lejos, observen en la última foto a su nueva lugarteniente, quien con el pelo ensortijado, los ojos acastañados y la tez aceitunada dirige con paso firme, armada de bastón y amplia sonrisa, tan peligrosa banda de caminantes. Se hace llamar Loles de la Arboleja, pero hay quien dice que es vástaga de un noble linaje andalusí, que sus pasos se remontan a los Ibn Mardanis de Albudeite, que es una fingida Zoraida salida de las Mil y una Noches, y no del Romancero Castellano.

Salieron pues estos sujetos, el domingo 24 de noviembre del presente, de la Madina Siyyasa, tantos siglos abandonada en lo alto del risco, liderados por la subsodicha Loles. Mientras tanto su adalid mayor,  el porfiado heraldo de Torreagüera, para despistar, se había hecho fuerte en lo alto de la Sagra, en la frontera con el reino nazarí de Granada. Una ingeniosa maniobra de pinza y bota.
Sigilosos caminaron raudo hasta Abarán, atravesando el Menjú y tantas feraces huertas que riegan las acequias del Segura. No encontraron apenas oposición. Tan sólo reseñar que modernos caballeros de Abarán, con casco en lugar de yelmo, les salieron al encuentro a lomos de briosos corceles de dos ruedas. Al parecer celebraban un torneo / carrera de bicis de montaña. Con sutiles y ágiles contoneos de cadera, los senderistas los esquivaron apartándose a un lado del camino. Algún jinete se piñó y dio de bruces en el sendero, pero no llegó a más la escaramuza.
Ya en Abarán, los senderistas tomaron posesión de las distintas Norias y folgaron a sus anchas en la playa fluvial y el parque municipal. Compartieron pitanzas y caldos de Yecla y de Jumilla. Incluso se hicieron servir de los solícitos taberneros del chiringuito cercano.
La marcha continuó por la ribera derecha hasta la Peña Negra de Blanca. El desmochado castillo se vio impotente ante sus pasos, y sin oposición alguna, bebieron la última cerveza en los mesones y posadas de Blanca. Al salir, en autobús subieron hacia el mirador de Bayna y contemplaron el azud de Ojós, ahora franco para sus pasos. Pero en un alarde de autosuficiencia, sabiéndose invencibles, despreciaron la toma del valle de Ricote. Simplemente partieron como habían llegado. No obstante, dejaron claro su mensaje. El Valle es suyo y a Ulea, Ojós o Ricote retornarán cuando gusten, y ningún monarca osará expulsar de nuevo a los antiguos linajes moriscos de estas tierras. 

Hay que hacer notar que las fotos fueron tomadas por valientes infiltrados,: las buenas son de Paco Portillo  y Felisa,  y las no tan buenas de un servidor

viernes, 15 de noviembre de 2013

Viajes y garbeos literarios: Medio Oeste Americano con Libertad de Jonathan Franzen

Os propongo hoy un garbeo espiritual por el Medio Oeste americano, o parafraseando al malogrado Lou Reed un hitch-hike accross the USA, atravesando los recovecos más escondidos del alma contemporánea y por momentos por su lado más perverso e íntimo.
La novela ha sido ampliamente publicitada y presentada como la gran novela americana del siglo XXI y su autor comparado con Dickens o el mejor Tolstoy . Palabras mayores el autor de Guerra y Paz,  lo suficiente para situarme a la defensiva ante lo que en principio consideré otro best seller al uso y con una buena campaña mediática detrás, que incluyó un amplio reportaje en el País Semanal. A veces, como diría Freud, un puro es simplemente un puro, y en este caso una gran novela es una gran novela, a pesar de que guste a Obama o a millones de lectores. Compré la versión paperback en inglés de Freedom en Amazon por unos 9$ y en cuatro días tenía en casa este fantástico novelón del que no conseguí despegarme hasta leer sus más de 600 páginas dos días después. Tremendo garbeo literario, intenso y extenso, por los estados de la Unión, sus paisajes, la música rock, grunge, los grades lagos, New York, los 60, los 80, la guerra de Irak, el amor, el sexo, la traición, todos los fantasmas de la sociedad actual y los miedos y miserias de sus gentes. En dos palabras Im Prescindible.

Para quienes necesiten más detalles de la historia, añado un cortapega editado de una sinopsis del libro:
 
Libertad de Jonathan Franzen:
El retrato minucioso de una familia del Medio Oeste americano a lo largo de varias décadas adquiere en la prosa maestra de Jonathan Franzen un carácter universal. Ahondando en la vida íntima de unos personajes tan cercanos como identificables, la novela es una incisiva radiografía de nuestro tiempo que ha suscitado la admiración unánime de la crítica y los lectores de todos los países donde se ha publicado hasta la fecha.

Patty y Walter Berglund son miembros de una nueva y floreciente clase urbana, pioneros en la recuperación de un barrio degradado. Además de madre modélica y esposa perfecta, Patty es la vecina ideal, la que sabe dónde se reciclan las pilas y cómo escoger un colegio adecuado para los niños. Junto con su marido Walter, abogado ecologista y ferviente defensor de la bicicleta, aportan su grano de arena a la construcción de un mundo mejor. Sin embargo, la llegada del nuevo milenio pone la vida de los Berglund patas arriba. Su hijo quinceañero se instala en casa de los vecinos republicanos, Walter acepta trabajar para una compañía minera, y Richard Katz, antiguo compañero de Walter, rockero extravagante y mujeriego empedernido, cobra un protagonismo insospechado en la pareja. Pero aún más desconcertante es la evolución de Patty, que de ser la figura más activa del barrio se ha transformado en una mujer ensimismada en la búsqueda de su propia felicidad. Con una efectiva combinación de humor y tragedia, Franzen desgrana las tentaciones y las obligaciones que conlleva la libertad: los placeres de la pasión adolescente, los compromisos despreciados en la madurez, las consecuencias del anhelo desenfrenado de poder y riqueza que arrasa el país. Así, en los aciertos y errores de un grupo de personas que tratan de adaptarse a un mundo confuso y cambiante, Franzen ha pintado un cautivador retablo de nuestra época.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Grandes expectativas para el sector turístico regional: incrementa un 300% el número de visitantes armenios en la Región de Murcia.

El departamento de estadísticas creativas de la muy ilustre Consejería de pseudo turismo y paracultura  de la Región de Murcia nos regala regularmente  con noticias esperanzadoras de este tenor. Frente a los pésimos datos que ofrecen los cenizos de siempre y pese a la dificultad de hallar hosteleros, restauradores y demás profesionales del sector que manifiesten el menor atisbo de optimismo, la consejería del ramo sigue ufana en su eficiente gestión y no permite que la realidad le arruine el regular goteo de bonitas y alentadoras pseudo informaciones. Ciertamente el año anterior se perdió un armenio por Bullas y este año han llegado tres a Cartagena a bordo de un mercante ruso con bandera liberiana. 300% de incremento en este importante mercado para el turismo regional. También parece que se doblo el número de kazajos con bigote, sobrepeso y pantalón de cuadros que visitaron Cabo de Palos. Otro dato sorprendente es que se alcanzó una ocupación del 90% en los establecimientos de turismo rural del Noroeste en Octubre. ¿Pero cómo, si viene menos gente y han cerrado la mayoría? Fácil, si había 30 casas rurales los años anteriores y cerraron 25 por falta de clientes, las cinco que quedan casi llenan. Lo importante no es hablar de la ruina para 25 familias, la gran noticia es que mejoramos los índices de ocupación. Estos tipos son geniales, estamos en buenas manos. En cualquier caso lo que siempre tendremos garantizado, gracias al tesón de nuestros ilustres políticos en materia de cultura y turismo, es ilusionantes noticias de este género. Lógicamente, sostener tal ilusión nos cuesta un riñón a los todos, pero ¿ acaso tiene precio la esperanza de tantos murcianos? No olvidemos que ésta es una virtud teologal.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La rebelión de los pasos I




Un nuevo fantasma recorre la Región: es el fantasma del senderismo. No, no estamos parafraseando el viejo manifiesto de Carlos Marx, hablamos de un nuevo fenómeno que paso a paso, de forma silenciosa, amenaza con minar los cimientos de nuestro modelo social y económico. Como una mancha de aceite se extiende y recorre caminos, valles, ramblas y montañas murcianas. No hay paraje que se les resista, son los senderistas: una inminente amenaza para centros comerciales, agencias de viajes, restauradores, hosteleros, publicistas, medios de comunicación, marcas deportivas, star system, etc. Ellos y no Zapatero, los bancos, especuladores o políticos derrochadores empiezan a ser identificados como los causantes de la pertinaz crisis económica que se ceba con la Región y con el pais.

Por las ramblas del Cañar y el Valdelentisco, siguiendo la ruta de antiguas romerías a santuarios marianos; por la Ermita de la Encarnación en tierras de Caravaca, recuperando ancestrales peregrinaciones que se remontan a druidas celtas e íberos; por el Carche y el Monte de las Cenizas, por Carrascoy y el valle del río Chicamo, por todos sitios parece haberse desatado esta nociva costumbre hasta alcanzar proporciones de verdadera epidemia.

¿Y cómo empezó todo? Pocos podrían responder a ciencia cierta. El inicio de tales prácticas se pierde en las nebulosas del camino. Aunque comienzan a difundirse diversos mitos fundacionales. En uno de ellos se rumorea que hace años, Pencho Meseguer, natural de Pliego, un buen día tras finalizar sus quehaceres en el huerto y atribulado como se hallaba el buen paisano tras una acalorada discusión doméstica con la Chacha Mariana, tuvo a bien echar a andar hacia la Fuente de la Portuguesa. A su vuelta se vio al hombre relajado, e incluso se atisbaba cierto aire socarrón en su mirada. Adquirió Pencho el hábito de repetirlo, llegando a Casas Nuevas y hasta Malvariche. Al tiempo empezaron a acompañarle otros paisanos y todos hallaron en la nueva afición: solaz, contento, compañía y demás buenas sensaciones. No dejan de ser vagas suposiciones. Lo que sí es cierto es que, sin haber aparentemente relación directa entre ellos, diversos grupos de caminantes armados de bota y bastón dieron en hacer lo propio en distintos parajes de la antaño denominada Cora de Teodomiro, también conocida por la Coponia (comarca del sureste español cuyos imprecisos confines quedan vagamente delimitados geográfica y culturalmente por la isoglosa lingüística que traza la expresión ¡Acho, copón! y por el atávico hábito gastronómico de las pelotas de pava y embutido el día de navidad).

Lo cierto y verdad es que la rebelión senderista parece imparable y las partes afectadas: gobierno regional, fuerzas vivas de la economía, los negocios y medios de comunicación empiezan a diseñar estrategias para combatir lo que de no hacerlo acabará por socavar los mismos cimientos del sistema.

Fueron los responsables de los nuevos macrocentros comerciales de Murcia, los primeros en dar la voz de alarma al apreciar un notable descenso en la tradicional afluencia dominical a los mismos. ¿Para qué demonios se habían invertido aquellas ingentes sumas en construir estas modernas catedrales del consumo si a la gente le daba por tirarse el domingo al monte?
Siguieron los bares de noche y restaurantes, quienes acusaron una sustancial merma en sus ganancias las vísperas de festivos. Las cenas pantagruélicas y las copas de los sábados noche parecen inconciliables con madrugar la mañana siguiente. Estos nuevos subversivos ni siquiera paran en una venta a comer, ¡se llevan fiambreras y bocadillos!, y se los ventilan sobre un risco o a la sombra de una vieja encina. ¿Dónde se ha visto tamaña desfachatez?
Las agencias de viajes estallaron de indignación al no poder completar para el puente de la Constitución sus estupendos paquetes turísticos con todo incluido. ¡Se fueron a la Sierra de Grazalema, a un albergue juvenil! El colmo, si consideramos que en su mayoría se trata de bien granados señores de cuarenta y cincuenta. Encima aducían razones tan espurias como lo de turismo masificado y convencional.

Y luego están las televisiones, clubes de fútbol y los obispos. Increíbles retrasmisiones deportivas típicas de los domingos por la mañana: motociclismo, Fórmula 1, esquí, pierden audiencia a pasos agigantados ante la indiferencia de estas hordas senderistas que sacrifican misa, centro comercial, partido y restaurantes por ir al monte a caminar. Si esto sigue así el chiringuito se nos viene abajo, se lamentan los afectados. ¡No gastan en nada los jodíos! Los bastones no parecen caducar ni estar sujetos a la noble práctica industrial llamada obsolescencia programada. Y unas buenas botas duran y duran, y duran.

También las farmacéuticas están a la greña. El imparable descenso en el consumo de ansiolíticos, antidepresivos, fármacos para el colesterol, etc., no se compensa con alguna que otra tendinitis u ocasional esguince.

Diversos sectores profesionales se hallan en el punto de mira. La organización médica colegial parece confusa, pues se ha sabido de facultativos que no sólo recomiendan el senderismo como fuente de salud, sino que ellos mismos lo practican. Algo parecido ocurre con ciertos sectores educativos a los que se acusa de desviar dinero público para la organización de sospechosas actividades extraescolares al aire libre. Sus promotores lo niegan y ocultan sus intenciones bajo el sofisma de lo que llaman educación medioambiental. No hace mucho la asociación de padres en un colegio público de Murcia, con toda seguridad contagiados por el virus senderista, puso reparos a la organización de un fin de semana de esquí subvencionado. ¿Qué necesidad había de crear en los niños esas caras aficiones a tan temprana edad? ¡Los obcecados progenitores osaron sugerir la organización de excursiones!

Incluso desde alguna Dirección General de la Comunidad Autónoma se llegó a publicar rutas de senderismo. Un portavoz del Gobierno Regional, presionado por la patronal, salió recientemente al paso de estas noticias manifestando que nunca han alentado en el pasado, ni lo harán en el futuro, las actividades senderistas, tan nefastas para la economía regional. Es más ya se trabaja en el diseño de políticas eficaces a fin de atajar el perjuicio que ocasionan tamaños dislates.

Por su parte, responsables de la Consejería de Cultura y Turismo alertan del daño que supone para la imagen de marca de la Región. Tras años de esfuerzos en el fomento de un turismo de calidad, a base de resorts, campos de golf, puertos deportivos, aeropuerto en Corvera, Paramount, Murcia no-typical, etc, llegan estos caminantes de medio pelo a popularizar hábitos que no se ajustan a nuestro modelo de ocio deportivo. Los turistas y nuevos residentes foráneos quedan pasmados cuando los ven. Su actitud es un intolerable desafío a un sistema de ocio bien organizado y generador de riqueza para la Región. No compran entradas, no juegan al golf, no alquilan apartamentos en verano junto a los nuevos yatch club. Para más inri, cuando llegan de sus subversivas actividades dominicales aparcan frente a unos céntricos grandes almacenes, agitando desafiantes sus bastones y paseando sus embarradas botas y multicolores atavíos entre las gentes decentes que se aplican con ejemplar diligencia a lo que se supone que han de hacer los ciudadanos probos y adultos una tarde de domingo, que no es otra cosa que comprar y mirar escaparates.

Las federaciones deportivas de la región rechazan el considerar el senderismo como tal. No se compite, no se gana nada ni a nadie, no se generan derechos de retrasmisión en los medios, no se gasta en bonitas camisetas uniformadas. Todo en el senderismo semeja desorden y descontrol. A lo sumo el que antes llega ha de armarse de paciencia franciscana y esperar al último. Todo ello es incompatible con el fomento del espíritu deportivo y los nobles valores competitivos.
El responsable de Interior admite la gravedad del problema pero resalta la dificultad que supone controlar estos grupos y su contagiosa influencia en la ciudadanía. Las células senderistas no responden a una estructura orgánica jerarquizada. Sus relaciones son fluidas y no atienden a los patrones de las organizaciones subversivas clásicas. Se sirven de internet y las nuevas tecnologías para mantener contactos y dar publicidad de sus actividades, incluso organizan foros y blogs. Pero todo ello de forma poco estructurada, lo que hace imposible su control. Sus líderes no se comportan como tales, rechazan el ejercicio de la autoridad y de los atributos del mando. Cualquier senderista que conozca una buena ruta, lanza la idea y se tira al monte, otros lo siguen y a su vez lideran nuevas excursiones con conocidos y amigos. Las rutas se comparten sin generar derecho de uso alguno ni pretender el menor protagonismo. Nadie parece reclamar derechos de propiedad de ideas o senderos, en abierto desafío a los fundamentos de la sociedad y la economía de mercado que sustenta nuestro modo de vida. Los caminantes se juntan y comparten los gastos del autobús, no hay más negocio. A partir de ahí, todos a caminar siguiendo al guía, quien ostenta a lo sumo una cierta autoridad moral sobre el sendero.

Comentan que uno de los grupos más activos y por ende más potencialmente dañinos es el formado en torno a un cabecilla que responde al alias de José Antonio y es natural de Torreagüera, la tierra del otrora peligroso y subversivo caudillo: Antonete Gálvez, quien allá por el siglo XIX desató aquella atrabiliaria revolución cantonal, haciéndose fuerte en el Miravete y por tierras de Cartagena. Este nuevo caudillo de Torreagüera no responde al perfil convencional de un líder: semeja menudo aunque fibroso, de maneras suaves aunque no afectadas, dialogante a la par que porfiado. Nunca vocifera ni amenaza, pero su paso es firme y perseverante. Un subversivo, en definitiva, de la peor jaez, que bajo una fingida piel de cordero ha reunido a su alrededor una cuantiosa mesnada donde abundan auténticos fanáticos del camino. Sorprende la inusitada fidelidad que le muestran sus secuaces. Nadie ha osado delatar su paradero, ni tras someterlos a refinadas torturas consistentes en interminables horas de visualización del canal de televisión regional. Es más, este sujeto se muestra ubicuo como pocos, armado de GPS anda siempre en constante movimiento por las sierras de la Región, que conoce como nadie. Atraparlo se antoja una quimera para las fuerzas de Seguridad.

Elementos afectos a este grupo ensalzan, en un alarde de fanatizado proselitismo, las supuestas bondades de estas prácticas: salud, forma física, amistad y compañía. Además está el conocimiento del medio, condición previa para valorar nuestro patrimonio natural, arqueológico, etnológico y cultural: tradiciones, artesanía, gastronomía. Hay quienes afirman que el senderismo les ha servido para superar baches emocionales, de forma más eficaz que los psicólogos o el prozac. Hay quienes han encontrado amistades e incluso pareja. Incluso están los que declaran haber advertido una notable mejoría en su rendimiento erótico-festivo. Vienen del monte con remozados deseos, será por lo del verde, y cuando llegan a casa, ni encienden la tele, se aprestan raudos a sus íntimos devaneos.
La socióloga Pilar del Camino advierte además de otro fenómeno potencialmenente peligroso. Desde el pasado verano se viene observando en las playas de los parques naturales de Calblanque y Calnegre, así como en el Portús, la presencia de bañistas y caminantes que compartían libros y los dejaban en lugares de paso con el avieso propósito de que otros los leyeran. El riesgo estriba en que se crucen las dos aficiones con lo que aumentaría exponencialmente el riesgo que comportan para el uso del tiempo libre y el ocio. Imaginen las consecuencias nefastas que se ciernen sobre nuestro mundo. Que importantes sectores de la población usen horas y horas de su valioso tiempo libre en sólo leer y caminar nos aboca al desastre. ¿Qué haríamos con pistas de esquí, centros comerciales, palacios de deportes, cadenas de televisión, hoteles? ¿Convertirlos en salas de lectura y librerías? Ni eso, pues prefieren leer en el campo o en la intimidad de sus casas. Además el camino les ofrece una extraordinaria oportunidad para compartir inquietudes y lecturas. Nos enfrentamos pues a uno de los mayores desafíos que ha conocido la historia reciente de la civilización.

En este punto al menos guardamos un moderado optimismo, pues la extensión del hábito de la lectura y demás devaneos culturales parece controlado en Murcia gracias a la eficaz labor preventiva desarrollada durante años por la Administración regional.

No ocurre así con el problema de la bicicleta, de similares connotaciones y ya observado hace décadas en el norte de Europa. Si bien tardó el llegar a nuestras ciudades, parece volver a echar raíces en una tierra en la que su uso ya era tradicional entre los huertanos. Ciertos grupos están reivindicando su uso en la ciudad como alternativa al tráfico rodado. Imaginemos el caos que pueden provocar y las nefastas consecuencias para la industria automovilística y el sector energético. Recientemente el uso de la piragua en la costa se esta sumando a esta silenciosa rebelión en el uso no consumista del ocio para conformar un paisaje de futuro lleno de sombras.

Consultados expertos de los más prestigiosos centros de conocimiento del mundo, todos observan fenómenos similares por todo el planeta y expresan temores parecidos. Desde principios de los noventa han surgido peligrosos teóricos de la Crítica Política y Social quienes, bajo la etiqueta de Otro mundo es posible, alientan el potencial revolucionario de estas prácticas al tiempo que brindan una perversa coartada intelectual a estos movimientos subversivos. Es el caso de Charles Path, discípulo de Noam Chomsky en el MIT : «La naturaleza del poder es ubicua. Ya no hay Palacios de Invierno que tomar o Bastillas que asaltar. Las manifestaciones en la calle tienen escaso poder. Sólo cuando la gente deje de ir a los centros comerciales y usar las tarjetas de crédito, apague las televisiones y abandone los automóviles para descubrir formas más auténticas de relacionarse con los demás y de usar su ocio, no mediatizadas por el consumo o el interés, el alienante sistema que nos domina se vendrá abajo como un castillo de naipes». Es por ello que el senderismo, junto a la lectura, puede derivar en la nueva forma de desobediencia civil: una resistencia callada y silenciosa pero efectiva. Desde esta óptica entendemos que coger botas y bastón y tomar camino se convierte en un acto revolucionario, un arma poderosa cuyas consecuencias pueden resultar demoledoras. Sobre todo si, como parece, va acompañado de conversación, interés por las pequeñas cosas, lectura, bicicletas y piraguas, un coctail explosivo.

Seguiremos informando de la evolución del fenómeno en sucesivas entregas. De momento, manténganse alerta, enciendan el televisor y acudan solícitos a sus centros comerciales armados de sus tarjetas de crédito, hablen poco con los vecinos, engorden y consuman de la forma más insostenible que hallen, es el mejor antídoto ante la nefasta influencia de la epidemia senderista.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Viajes y garbeos literarios: Salvador de Bahía de la mano de los Capitanes de la Arena, Jorge Amado

Os invito a viajar a Salvador de Bahía años 30, con esta joya de la literatura brasileña y de la mano de su mejor guía espiritual, el escritor Jorge Amado.  Publicado hace 80 años,  es como la mayoría de grandes obras casi imposible hallarlo hoy en una librería al uso. Es ameno, emocionante, tierno y duro por momentos. Trata con honestidad el mundo de los niños de la calle. Personajes inocentes y descarnados, canallas, ladrones y solidarios en su desgracia. Su autor, perseguido por su publicación, fue durante años eterno candidato al nobel de literatura. Gracias a la web y a que ha expirado el ©,  podemos leerlo gratis en nuestro eBook previa descarga desde diversas páginas. Ahí dejo una. También podéis intentar leerlo en portugués. Yo lo hice y de la mano de Saramago, Chico Buarque, Jorge Amado y tantos otros maestros de la literatura brasileña, unidos a mornas , fados , bosanova y música pernambucana he conseguido defenderme en esta hermosa lengua. Tal vez sea este el mejor viaje o garbeo intelectual de los últimos años: descubrir una lengua, una literatura y un mundo tan vasto, intenso y a la vez cercano y desconocido para la mayoría de lectores españoles.

http://www.leerlibrosgratis.net/2013/07/capitanes-de-la-arena-de-jorge-amado_29.html

Por cierto que la nieta de Jorge Amado ha dirigido en 2012 una película basada en el libro y que lógicamente nadie de momento parece estrenar o distribuir en DVD en España.