domingo, 30 de noviembre de 2014

Del sorprendente caso de la Pedorreta de Perín y su fallida propuesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad


Ante todo mi gran cariño por las gentes de Perín, uno de los pueblos más hermosos del  Salvaje Oeste Cartagenero e involuntario protagonista de esta ficticia e irónica reflexión sobre un modelo de gestión pública de la cultura y el patrimonio que esperamos que pase pronto a la legendaria historia de nuestra Cartagena. Tan sólo con un poco de humor, algo de follaíca y ese gran don que tenemos las gentes de estas latitudes para reírnos de nosotros mismos seremos capaces de digerir la envenenada herencia que nos dejan.

Hace siete años a Pencho Albaladejo, vocal de la Junta de la Asociación de Vecinos de Perín, se le ocurrió comentar a la concejala de cultura una peculiar tradición que heredó de su abuelo y que hacía las delicias del mocerío del pueblo durante la noche de San Juan. Se trataba de unas atrabiliarias pedorretas que en aquellas noches mágicas de Junio de los años cincuenta se acompasaban con hogueras, petardadas y carretillas, adornadas de los múltiples matices que aportaban chorizos, molcones, michirones y demás artillería culinaria local.
Una portada en la Verdad y la perspectiva de protagonizar la recuperación de una ancestral tradición, lo que daría un firme impulso a sus enormes ínfulas políticas, resultaba excesivamente tentador para la concejala. No le costó mucho encontrar asesores y autonombrados expertos en las más diversas áreas del conocimiento: etnografía, antropología cultural, arqueología y demás gías, encantados de sumarse a tan audaz proyecto: la puesta en valor una tradición tan perinera, tan cartagenera y que a buen seguro se remontaba a la noche de los tiempos. En pocos días construyeron un discurso de innegable rigor científico que conseguía enlazar la atávica pedorreta con aquella falange de Neanderthal encontrada en la Cueva Victoria y exhibida en nuestro museo arqueológico municipal. También hubo quien sugirió alguna conexión con el nerviosismo de algunos jóvenes elefantes del ejército de Aníbal y las enormes cantidades de gas metano desprendidas en sus ruidosas flatulencias.
 En poco tiempo Paco, el pedáneo, encantado con la sonora a la par que olorosa idea, consiguió embarcar a los vecinos en lo que sin duda iba a poner a Perín en el mapa de la cultura mundial. Y ello, a pesar de las dudas que sembró una maestra interina y la que lio el Elías, ese hijo rarico de la chacha Bernarda y que andaba enredado con la agricultura ecológica. Felipe, el dueño del bar, se frotaba las manos soñando con los cruceristas que a buen seguro se desviarían hasta su pueblo y a los que iba a agasajar con asiáticos, lágenas, carajillos, flores de novia o tortas de pascua.
Estas buenas gentes del campo de Cartagena no son de hacerse cuentos de la lechera y, ciertamente, cuando van, van en serio. Ilusionaron con su proyecto a vecinos de Galifa, Cuesta Blanca, los Puertos de Santa Bárbara, etc. Incluso se les sumó un avezado maestro en pedorretas de Tallante y un no menos virtuoso en aromáticas flatulencias natural de San Isidro. Crearon una más que solvente cuadrilla dispuesta, con el apoyo municipal, a batirse en las más exigentes verbenas populares al tiempo que difundían y popularizaban la supuestamente ancestral tradición.
Mientras, en Cartagena, técnicos y asesores pergeñaban múltiples estrategias que iban desde la Q de calidad a la distinción de evento de interés turístico nacional. También se reclamaron todo tipo de ayudas y fondos a las más variadas instancias, fundaciones de cajas de ahorros y demás. Se creó un grupo de trabajo con doctores de la UCAM y otras instituciones del conocimiento a fin de solicitar un macroproyecto europeo de dos millones de euros, a implementar en tres fases. Lamentable e injustificada fue la negativa a participar del profesorado funcionario de la UPCT. Obviamente se acordó la formación de un Consorcio privado participado mayormente por el ayuntamiento y la comunidad a fin de gestionar la considerable cantidad de dinero que estaba por llegar. Así nació el PARL: Perín, Aires y Rumores del Levante. En tanto llegaba el aluvión de fondos, el PARL acordó un crédito de cinco millones de euros que las principales cajas de ahorros de la Región se apresuraron a conceder. En pocas semanas llenaron Murcia y media España de enormes carteles con sus logos, publicitando la pedorreta a los cuatro vientos. También se realizaron innumerables viajes, donde nunca faltaba la alcaldesa, la concejala y toda su cohorte de próceres y arrimados a las más importantes ferias del turismo mundial, y otras que no lo eran tanto. A barlovento y sotavento, la pedorreta fue admirada en Singapur, las Seychelles y hasta en las islas Fiji. Fue clamorosa la enorme acogida que la pedorreta tuvo en Buenos Aires. Cierto que no encontramos referencia alguna en medios argentinos pero ya previó el consorcio llevarse con ellos a toda la prensa regional a fin de garantizar su repercusión mediática. Reseñable fue el caso del viaje a la pequeña ciudad de Flatogrado, en plena estepa rusa. Parece ser que los fuertes vientos dominantes y el consumo masivo de polvorones había propiciado allí el desarrollo de un hábito similar. La delegación cartagenera no llegó a pisar Flatogrado pues Moscú les pareció más interesante para sus compras y contactos, no obstante enviaron una amable nota de apoyo a las autoridades locales.
Inmediatamente surgió la idea de crear un Centro de Interpretación en el pueblo acorde a la importancia del asunto. Se ofreció un terreno con algarrobos y olivos en las afueras de Perín, que sorprendentemente había sido declarado urbanizable unos días antes. Alguien sugirió la idoneidad de la situación para por fin restaurar y acondicionar un precioso caserón tradicional con molino, aljibe y cubierta de teja romana que languidecía en el centro del pueblo, abandonado tras la muerte de la Chacha Mariana, que Dios la tenga en su gloria, y cuyos herederos se habían despreocupado hasta el momento. Obviamente se desechó la idea por disparatada. La situación aconsejaba un imponente edificio moderno de tres plantas acorde con la dignidad que se pretendía otorgar a la entrañable pedorreta. El pueblo, aducían arquitectos y expertos implicados, precisaba de un toque de modernidad que sirviera de referente para dinamizar su estructura urbana.  Por otra parte, habría que pensar en enormes paneles interactivos con muchos botoncitos, cabinas en las que disfrutar en la intimidad de tan singular universo de delicados estrépitos, y por supuesto un novedoso modelo de odorama de última generación que permitiera recrear todo tipo de matices cromáticos y aromáticos.  El consejero de cultura del gobierno regional, a estas alturas también implicado, llegó a hablar de una experiencia global de los sentidos desde una perspectiva holística. Pura sinestesia, fue su diagnóstico . El presidente alabó el odorama, en que pese a la patente Suiza parece que un joven tornero de Canteras participó en el ajuste de la carcasa, como claro ejemplo de I+D made in Murcia, lo que indudablemente situaba a la región en cabeza de la innovación tecnológica, nuevas tecnologías y esas cosas.
El vanguardista Centro de Interpretación de la Pedorreta de Perín se presupuestó en millón y medio de euros, que lógicamente acabarían por ser cuatro. Y eso que no incluían los 400000 € pagados por el solar a un conocido simpatizante del PP local. Cierto que la cifra causó algún revuelo dada la condición del terreno, anteriormente plantado de algarrobos que servían para dar sombra y poco más. No llegó a más el runrún, pues los vecinos se regocijaban en lo mucho que aumentaba el valor de sus huertas y caserones.
La inauguración fue rutilante: alcaldesa, concejales, presidente de la Comunidad, cuatro consejeros, la mitad del parlamento regional, el obispo, el presidente de la UCAM, muchísima prensa y hasta un ministro. Hubo catering para todo el pueblo y familiares llegados para la ocasión, y hasta alfalfa fresca para la cabra que en esta ocasión
 bajaron engalanada con una grúa del campanario.
La gran contribución a la dinamización del empleo local consistió en la contratación temporal como conserje de Paquico el del Molino, pues la limpieza la contrataron a una ETT de Murcia que asignaba gente distinta cada mes, y  lógicamente el director del centro y los dos asesores venían de Cartagena.
Se llegó a preparar un completo dossier con el fin de instar ante el comité correspondiente de la Unesco la declaración de la pedorreta como patrimonio inmaterial de la humanidad.  No quedó claro quién lo redactó pero debió ser alguien de reconocido prestigio a juzgar por los 200.000€ que se abonaron a una empresa de consulting radicada en Torre Pacheco.  A ello hay que añadir los 100.000€ en gastos de la visita de tres expertos de la Unesco que hicieron el puente aéreo París-Perín a fin de evaluar el proyecto in situ. Parece ser que hubo pequeños errores técnicos en la propuesta, hilillos que diría Rajoy, ya que los expertos no refrendaron la absoluta inmaterialidad de la palomilla resultante de la combustión de la pedorreta perinera. Hubo pues que redactar un nuevo informe a fin de que encajara en un capítulo algo más material de la Unesco.
Finalmente, y debido a una insidiosa campaña promovida por agentes antisistema, ecologistas y demás  grupos de este jaez, contumaces enemigos de todo proyecto de progreso y desarrollo local, el centro de interpretación hubo de cerrar dos años después de su pomposa inauguración, y de la Unesco y su material inmaterialidad jamás se supo.
Paquico volvió a su molino, y a decir verdad agradeció el despido porque se aburría soberanamente. Por allí no pasaba ni el Tato, salvo los chicos de la limpieza que además hablaban lenguas ininteligibles. El patio del centro se ha llenado de maleza y la gigantesca flor de una pitera dificulta el acceso a la entrada principal. A Felipe le gastan bromas acerca de los muchos cruceristas que van a perderse sus asiáticos. Pencho tuvo que devolver el BMW cuyos plazos no podía atender. El pedáneo se mudó a un dúplex en la Vaguada y ha sustituido a la concejala de cultura, quien ahora ocupa una consejería en San Esteban. Los asesores y expertos andan por ahí moviendo lo de la Paramount y el consejero y el presidente gozan de unas vacaciones generosamente retribuidas en Europa. Los nietos de perineros y demás cartageneros acabarán por olvidar la pedorreta de San Juan, aunque ellos y los hijos de sus hijos seguirán pagando la deuda generada por este singular negocio del patrimonio.
Como tantas veces, la realidad no sólo se parece a la ficción sino que acaba por superarla.  Esta historia totalmente inventada resultará vagamente familiar a muchos, especialmente a quienes hayan visitado centros de interpretación con las más pintorescas temáticas por toda la geografía de España: fastuosos edificios megamodernos cerrados o semivacíos que provocan la sorna cómplice de unos lugareños cuyos descendientes seguirán pagando durante varias generaciones la deuda que generaron.