Ante
todo mi gran cariño por las gentes de Perín, uno de los pueblos más hermosos
del Salvaje Oeste Cartagenero e
involuntario protagonista de esta ficticia e irónica reflexión sobre un modelo
de gestión pública de la cultura y el patrimonio que esperamos que pase pronto
a la legendaria historia de nuestra Cartagena. Tan sólo con un poco de humor,
algo de follaíca y ese gran don que tenemos las gentes de estas latitudes para reírnos
de nosotros mismos seremos capaces de digerir la envenenada herencia que nos
dejan.
Hace siete años a
Pencho Albaladejo, vocal de la Junta de la Asociación de Vecinos de Perín, se
le ocurrió comentar a la concejala de cultura una peculiar tradición que heredó
de su abuelo y que hacía las delicias del mocerío del pueblo durante la noche
de San Juan. Se trataba de unas atrabiliarias pedorretas que en aquellas noches
mágicas de Junio de los años cincuenta se acompasaban con hogueras, petardadas
y carretillas, adornadas de los múltiples matices que aportaban chorizos,
molcones, michirones y demás artillería culinaria local.
Una portada en la
Verdad y la perspectiva de protagonizar la recuperación de una ancestral
tradición, lo que daría un firme impulso a sus enormes ínfulas políticas, resultaba
excesivamente tentador para la concejala. No le costó mucho encontrar asesores
y autonombrados expertos en las más diversas áreas del conocimiento:
etnografía, antropología cultural, arqueología y demás gías, encantados de
sumarse a tan audaz proyecto: la puesta en valor una tradición tan perinera,
tan cartagenera y que a buen seguro se remontaba a la noche de los tiempos. En
pocos días construyeron un discurso de innegable rigor científico que conseguía
enlazar la atávica pedorreta con aquella falange de Neanderthal encontrada en
la Cueva Victoria y exhibida en nuestro museo arqueológico municipal. También
hubo quien sugirió alguna conexión con el nerviosismo de algunos jóvenes elefantes
del ejército de Aníbal y las enormes cantidades de gas metano desprendidas en sus
ruidosas flatulencias.
En poco tiempo Paco, el pedáneo, encantado con
la sonora a la par que olorosa idea, consiguió embarcar a los vecinos en lo que
sin duda iba a poner a Perín en el mapa de la cultura mundial. Y ello, a pesar
de las dudas que sembró una maestra interina y la que lio el Elías, ese hijo
rarico de la chacha Bernarda y que andaba enredado con la agricultura
ecológica. Felipe, el dueño del bar, se frotaba las manos soñando con los
cruceristas que a buen seguro se desviarían hasta su pueblo y a los que iba a
agasajar con asiáticos, lágenas, carajillos, flores de novia o tortas de
pascua.
Estas buenas gentes del
campo de Cartagena no son de hacerse cuentos de la lechera y, ciertamente, cuando
van, van en serio. Ilusionaron con su proyecto a vecinos de Galifa, Cuesta
Blanca, los Puertos de Santa Bárbara, etc. Incluso se les sumó un avezado
maestro en pedorretas de Tallante y un no menos virtuoso en aromáticas flatulencias
natural de San Isidro. Crearon una más que solvente cuadrilla dispuesta, con el
apoyo municipal, a batirse en las más exigentes verbenas populares al tiempo
que difundían y popularizaban la supuestamente ancestral tradición.
Mientras, en Cartagena,
técnicos y asesores pergeñaban múltiples estrategias que iban desde la Q de
calidad a la distinción de evento de interés turístico nacional. También se reclamaron
todo tipo de ayudas y fondos a las más variadas instancias, fundaciones de
cajas de ahorros y demás. Se creó un grupo de trabajo con doctores de la UCAM y
otras instituciones del conocimiento a fin de solicitar un macroproyecto
europeo de dos millones de euros, a implementar en tres fases. Lamentable e
injustificada fue la negativa a participar del profesorado funcionario de la UPCT.
Obviamente se acordó la formación de un Consorcio privado participado
mayormente por el ayuntamiento y la comunidad a fin de gestionar la
considerable cantidad de dinero que estaba por llegar. Así nació el PARL: Perín,
Aires y Rumores del Levante. En tanto llegaba el aluvión de fondos, el PARL acordó
un crédito de cinco millones de euros que las principales cajas de ahorros de
la Región se apresuraron a conceder. En pocas semanas llenaron Murcia y media
España de enormes carteles con sus logos, publicitando la pedorreta a los
cuatro vientos. También se realizaron innumerables viajes, donde nunca faltaba
la alcaldesa, la concejala y toda su cohorte de próceres y arrimados a las más
importantes ferias del turismo mundial, y otras que no lo eran tanto. A
barlovento y sotavento, la pedorreta fue admirada en Singapur, las Seychelles y
hasta en las islas Fiji. Fue clamorosa la enorme acogida que la pedorreta tuvo
en Buenos Aires. Cierto que no encontramos referencia alguna en medios
argentinos pero ya previó el consorcio llevarse con ellos a toda la prensa
regional a fin de garantizar su repercusión mediática. Reseñable fue el caso
del viaje a la pequeña ciudad de Flatogrado, en plena estepa rusa. Parece ser
que los fuertes vientos dominantes y el consumo masivo de polvorones había
propiciado allí el desarrollo de un hábito similar. La delegación cartagenera
no llegó a pisar Flatogrado pues Moscú les pareció más interesante para sus
compras y contactos, no obstante enviaron una amable nota de apoyo a las
autoridades locales.
Inmediatamente surgió
la idea de crear un Centro de Interpretación en el pueblo acorde a la
importancia del asunto. Se ofreció un terreno con algarrobos y olivos en las
afueras de Perín, que sorprendentemente había sido declarado urbanizable unos
días antes. Alguien sugirió la idoneidad de la situación para por fin restaurar
y acondicionar un precioso caserón tradicional con molino, aljibe y cubierta de
teja romana que languidecía en el centro del pueblo, abandonado tras la muerte
de la Chacha Mariana, que Dios la tenga en su gloria, y cuyos herederos se
habían despreocupado hasta el momento. Obviamente se desechó la idea por
disparatada. La situación aconsejaba un imponente edificio moderno de tres plantas
acorde con la dignidad que se pretendía otorgar a la entrañable pedorreta. El
pueblo, aducían arquitectos y expertos implicados, precisaba de un toque de
modernidad que sirviera de referente para dinamizar su estructura urbana. Por otra parte, habría que pensar en enormes
paneles interactivos con muchos botoncitos, cabinas en las que disfrutar en la
intimidad de tan singular universo de delicados estrépitos, y por supuesto un
novedoso modelo de odorama de última generación que permitiera recrear todo
tipo de matices cromáticos y aromáticos.
El consejero de cultura del gobierno regional, a estas alturas también
implicado, llegó a hablar de una experiencia global de los sentidos desde una
perspectiva holística. Pura sinestesia, fue su diagnóstico . El presidente
alabó el odorama, en que pese a la patente Suiza parece que un joven tornero de
Canteras participó en el ajuste de la carcasa, como claro ejemplo de I+D made
in Murcia, lo que indudablemente situaba a la región en cabeza de la innovación
tecnológica, nuevas tecnologías y esas cosas.
El vanguardista Centro
de Interpretación de la Pedorreta de Perín se presupuestó en millón y medio de
euros, que lógicamente acabarían por ser cuatro. Y eso que no incluían los
400000 € pagados por el solar a un conocido simpatizante del PP local. Cierto
que la cifra causó algún revuelo dada la condición del terreno, anteriormente
plantado de algarrobos que servían para dar sombra y poco más. No llegó a más
el runrún, pues los vecinos se regocijaban en lo mucho que aumentaba el valor de
sus huertas y caserones.
La inauguración fue
rutilante: alcaldesa, concejales, presidente de la Comunidad, cuatro
consejeros, la mitad del parlamento regional, el obispo, el presidente de la
UCAM, muchísima prensa y hasta un ministro. Hubo catering para todo el pueblo y
familiares llegados para la ocasión, y hasta alfalfa fresca para la cabra que en
esta ocasión
bajaron engalanada con una grúa del
campanario.
La gran contribución a
la dinamización del empleo local consistió en la contratación temporal como
conserje de Paquico el del Molino, pues la limpieza la contrataron a una ETT de
Murcia que asignaba gente distinta cada mes, y
lógicamente el director del centro y los dos asesores venían de
Cartagena.
Se llegó a preparar un
completo dossier con el fin de instar ante el comité correspondiente de la
Unesco la declaración de la pedorreta como patrimonio inmaterial de la
humanidad. No quedó claro quién lo
redactó pero debió ser alguien de reconocido prestigio a juzgar por los 200.000€
que se abonaron a una empresa de consulting radicada en Torre Pacheco. A ello hay que añadir los 100.000€ en gastos de
la visita de tres expertos de la Unesco que hicieron el puente aéreo París-Perín
a fin de evaluar el proyecto in situ. Parece ser que hubo pequeños errores
técnicos en la propuesta, hilillos que diría Rajoy, ya que los expertos no
refrendaron la absoluta inmaterialidad de la palomilla resultante de la
combustión de la pedorreta perinera. Hubo pues que redactar un nuevo informe a
fin de que encajara en un capítulo algo más material de la Unesco.
Finalmente, y debido a
una insidiosa campaña promovida por agentes antisistema, ecologistas y demás grupos de este jaez, contumaces enemigos de todo
proyecto de progreso y desarrollo local, el centro de interpretación hubo de
cerrar dos años después de su pomposa inauguración, y de la Unesco y su material
inmaterialidad jamás se supo.
Paquico volvió a su
molino, y a decir verdad agradeció el despido porque se aburría soberanamente. Por
allí no pasaba ni el Tato, salvo los chicos de la limpieza que además hablaban
lenguas ininteligibles. El patio del centro se ha llenado de maleza y la
gigantesca flor de una pitera dificulta el acceso a la entrada principal. A
Felipe le gastan bromas acerca de los muchos cruceristas que van a perderse sus
asiáticos. Pencho tuvo que devolver el BMW cuyos plazos no podía atender. El
pedáneo se mudó a un dúplex en la Vaguada y ha sustituido a la concejala de
cultura, quien ahora ocupa una consejería en San Esteban. Los asesores y
expertos andan por ahí moviendo lo de la Paramount y el consejero y el
presidente gozan de unas vacaciones generosamente retribuidas en Europa. Los
nietos de perineros y demás cartageneros acabarán por olvidar la pedorreta de
San Juan, aunque ellos y los hijos de sus hijos seguirán pagando la deuda generada
por este singular negocio del patrimonio.
Como
tantas veces, la realidad no sólo se parece a la ficción sino que acaba por
superarla. Esta historia totalmente inventada
resultará vagamente familiar a muchos, especialmente a quienes hayan visitado
centros de interpretación con las más pintorescas temáticas por toda la
geografía de España: fastuosos edificios megamodernos cerrados o semivacíos que
provocan la sorna cómplice de unos lugareños cuyos descendientes seguirán
pagando durante varias generaciones la deuda que generaron.