domingo, 23 de diciembre de 2012

LA REBELIÓN DE LOS PASOS/ y III. ¿ SENDEROS PARA TODOS ?

LA REBELIÓN DE LOS PASOS/ y III. ​¿ SENDEROS PARA TODOS ?

Publicamos aquí la tercera entrega del imforme sobre la revolución senderista que desde hace unos años estudian nuestros mejores agentes y reporteros. Las entrega anteriores las encontraran en este blog.


​Se preguntaran ustedes, estimados lectores, por qué durante más de un año no han aparecido noticias en esta columna acerca de ese nefando hábito, de esa perniciosa lacra llamada senderismo, que desde hace algunos años parece minar los cimientos mismos de nuestra civilización. No, no crean que este reportero ha perdido la fe, o que da la batalla por perdida, se trata tan sólo del hecho de que uno no es ajeno al pesimismo que las noticias acerca de esa destructiva rebelión de los pasos genera en nuestro ánimo.
​En estos tiempos de depresión o crisis económica, los más sabios analistas buscan sus causas en subprimes, hipotecas basura, precio del petróleo, crisis del crédito, contracción de la demanda, gasto público desorbitado y demás parafernalia para entendidos, pero yo estoy convencido de que para entender la razón última de tamaño desaguisado, hay que seguir los pasos del movimiento senderista. Sí, ellos son los culpables de la caída generalizada del consumo, los responsables de la crisis inmobiliaria, de la inflación, del paro, de la prima de riesgo, del descenso del Cartagena y demás males que nos acechan. Tanto Murcia no se vende, tanto demonizar el ladrillo y tanto caminar no podía conducir a nada bueno.

​Desde el principio de los tiempos, o más propiamente si quieren, desde el comienzo de nuestra época contemporánea, nuestra gloriosa civilización basada en la propiedad privada, la libre empresa, el consumo indiscriminado e insostenible, la televisión, los ladrillos, el duplex adosado, el zarangollo y las verbenas, ha sabido superar y salir airosa de cuantos peligros la han acechado. Su duro estómago ha sido capaz de asimilar e integrar los más furibundos movimientos críticos o revolucionarios. Marxismos varios, anarquismos diversos, sectas religiosas, hippies, punks, contraculturales de diversa calaña, hasta la minifalda, el botellón y Rodolfo Chiquilicuatre. Todos, absolutamente todos, han sucumbido, han sido deglutidos, digeridos, metabolizados y convenientemente defecados, hasta el punto de convertirse en meros artículos de consumo en el grandioso hipermercado de las ideas, las modas, las vanguardias artísticas, espiritualismos orientalizantrs varios, visitas turísticas y cursos de verano en la Menéndez Pelayo.
​Y sin embargo, el movimiento senderista parece inmune a los cantos de sirena que le brinda el consumo y la sociedad bienpensante. No, no hay forma de integrarlo, es esencialmente irreductible. Más bien ocurre lo contrario. En el último año hemos asistido atónitos a la forma en que el virus andarín ha calado profundamente en amplios sectores de la sociedad, y en especial entre los otrora responsables y probos ciudadanos que antes de ser victimas de tan destructivo virus, usaban los domingos para ver el partido, asistir a misa, acudir al hiper, o comerse la paella en el adosado de la playa. Abrigaba en un principio la esperanza de que este aporte de ciudadanos cabales domeñara el indómito espíritu de los radicales senderistas de primera hornada, que estos nuevos andarines aportaran algo de moderación en el camino. Pero no nos engañemos, no ha sido así. Como un tumor maligno, la metástasis provocada por el hábito senderista ha invadido todos los órganos de nuestro cuerpo social: abogados, médicos, profesores, militares, obreros, dependientes, jóvenes y viejos, esbeltos y fondones, peludos y pelones, ningún grupo social ha resultado inmune.
​Es el duro estómago de la internacional senderista el que consigue integrar y después fanatizar a nuestros mejores ciudadanos. Justo lo contrario de lo que hasta ahora nos había mostrado la historia. Y ello, sin sufrir la más mínima indigestión, leve gastritis, descomposición o pizca de acidez.
​Es sorprendente la forma en que caminan juntas sensibilidades en otro entorno enfrentadas. Los senderistas exhiben distintas posturas aparentes ante la vida, pero el camino los une en una interminable senda que asciende confiada a las más empinadas cumbres.
​Por supuesto que hay debate. Los hay que revindican senderos para todos, hasta grupos de cuño maoísta que rememoran en sus pasos la larga marcha del gran timonel. Nostálgicos de la 4ª Internacional, proclaman el sendero permanente, y se resisten a los intermitentes descansos y desvaríos que proponen los anárquicos componentes de la Columna Durruti. A éstos, como en el 39, continuamente hay que recordar que primero deben acabar la ruta y después hacer su revolución. Resabios del movimiento hippy confunden lo de haz la senda y no la guerra, con prácticas amatorias a la sombra de robles y encinas milenarias. Pero no llega la sangre al río. Al final todos se entienden y buscan la gorra de guía. Y si no podemos traernos senderos de Aragón, porque los senderos están donde están, allá que van los senderistas murcianos en plena calima de julio a recorrerse medio Pirineo. Y el que no está dispuesto, se queda a remojo en el Mar Menor y punto pelota.
​Hay además una corriente de cuño místico religioso que me preocupa sobremanera. Quizás confundidos por El Camino de Monseñor Escrivá, o también por esa antigua y afrancesada moda de hacer el Camino de Santiago, o bien por nuestra ancestral costumbre de mezclar lo religioso con prácticas protosenderistas, entiéndanse romerías y peregrinaciones. El caso es que bienintencionados cristianos se ausentan de su misa dominical para atender sospechosas caminatas que erróneamente confunden con romerías religiosas. Contribuye a la confusión el que los guías y gurús del senderismo murciano introducen sibilinamente en sus rutas la visita a santuarios y perdidas ermitas (El Cañar, la Encarnación); y quizás, por qué no, la extendida costumbre entre caminantes de consumir almendras, quicos y otros frutos secos. Ciertamente que el fenómeno religioso aparece tantas veces unido al camino. Pensemos en Lao Tsé, la Hégira musulmana, el Éxodo hebreo, y que a fin de cuentas los caminos del Señor son inescrutables e insondables. En suma, que este movimiento subversivo, disfrazado de camino de salvación, se ha apropiado de buena parte de nuestra más enraizada panoplia religiosa, hasta el punto de confundir a los más delicados espíritus, y hacerlos creer que con sus sufridas caminatas dominicales ganaran dispensas, obtendrán bulas, compostelanas, y qué se yo qué más favores divinos. Si hasta se ha dado el caso de senderistas que caminando por el Santuario de la Encarnación en Calasparra, introducen chinarros en sus botas a modo de pedestres cilicios. ¿Acaso se mortifican a fin de emular el via crucis que allí se representa ?

​Como vemos el panorama senderista es enormemente confuso. Pero a pesar de las aparentes contradicciones políticas y religiosas, los senderistas siguen imparables su marcha en la misma medida que lo hace la crisis económica. Ambos parecen retroalimentarse y avanzar de la mano para desesperación de banqueros, comerciantes, inmobiliarias, obispos y sexadores de pollos. El futuro se nos presenta como un sendero infinito, surcado por una incontable horda de sufridos caminantes. Sufridos pero gozosos como diría Santa Teresa, abundando en el misticismo senderista.

​Y a mí, me viene a la mente el caso de aquellos agnósticos recalcitrantes, anticlericales contumaces, que cuando ven llegar sus últimos días, no tienen empacho en hacer llamar al párroco a fin de recibir la extremaunción, no vaya a ser que a fin de cuentas ellos estuvieran equivocados y sí que hubiera algo del otro lado. Así que me he comprado un bastón y unas buenas botas y que Dios y el guía repartan suerte.

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